
En la medida en que nuestra
respuesta les va obligando a "disciplinarse", es decir, a admitir los
límites y a quien se los impone, aprenden un primer sentido "moral"
(qué deben hacer, qué no deben hacer. Qué es bueno, qué es malo. Qué nos gusta,
qué nos disgusta). Es conveniente elogiarle siempre que sus comportamientos sean
positivos.
Desde la edad de 2½-3 años, una
vez aceptada "la disciplina y el orden", se tornan bastante
obedientes y sumamente curiosos. Es la mejor edad para introducir hábitos: de
higiene, orden, autonomía, colaboración. Lo preguntan todo. Y observan si intentamos
responderles todo, lo cual promoverá su curiosidad, principal elemento para el
aprendizaje a lo largo de toda su vida. O bien, si les cortamos sus preguntas
por resultarnos molestas: aprenderán a adormecer su curiosidad, y quizá a no
preguntarse ya más cosas. Además son juguetones incansables, disfrutan de
ejercer sus habilidades motrices y expresivas, "no paran".
Desde que se les quitan los
pañales aparece la distinción genital, y juegan entre ellos con sus genitales,
no por erotismo, sino por diversión y por diferenciación en dos
"bandos", con sus maneras y adjetivos socialmente añadidos: aparece
así la sexualización, como fenómeno más social que orgánico. Luego se irán
identificando con los padres, primero el del sexo contrario, y luego con el del
propio. Se llama la fase de Edipo en niños o de e
lectra en niñas.
La edad
escolar (6 a 12 años)

Conviene evitar excesos en actividades extraescolares, de TV
y de ordenador y fomentar la lectura.
Al final de esta etapa ya se
notan los preparativos de la adolescencia,
sobre todo en las niñas, en que su
maduración sexual avanza y muchas "se hacen mujeres" (tienen su
primera menstruación). Aquí se señala un punto de inflexión, un final de etapa
infantil, un olvidarse de ser niña. Los niños suelen persistir aún más tiempo
(unos dos años más) en esta etapa infantil.
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